Antonio Pignatiello es un respetado psicólogo psicoanalista, profesor y monje zen, venezolano con ascendencia italiana. Nació en Caracas, Venezuela, en el año 1962. La primaria y el bachillerato los estudió en el Colegio Nuestra Señora de Pompei.
Dicho colegio todavía existe, y «cuando yo estudié ahí», contó, «tenía muy pocos años de haberse creado, y se fundó justamente para hijos de inmigrantes italianos». Además, Pignatiello comentó: «hice la primaria italiana y luego un complemento para ver materias de la primaria venezolana».
Después de terminar el bachillerato venezolano, estudió psicología en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Allí comenzaría, para Antonio, una vida orientada al conocimiento de sí mismo y al servicio de cada persona que ha buscado su ayuda.
Sobre el origen de la familia de Antonio Pignatiello…
«Mis padres, ambos, son de Lacedonia», contó Pignatiello. Este es un municipio de la provincia de Avellino, en la región de Campania. «Lacedonia es un pequeño pueblo agrícola». Antonio afirmó que allí, actualmente, la principal actividad agrícola está ligada a la producción del trigo.
Dicho producto es uno de los que mejor se da, «tengo familia allí (tíos, primos, etc.), que se dedican a esa actividad». Explicó también que en Lacedonia hay un movimiento cultural muy interesante en este momento.
Aquello está ocurriendo gracias a un alcalde que acaban de reelegir. «Es una persona que ha hecho muchísimas cosas, entre ellas, promover y rescatar aspectos de la cultura». A Antonio Di Conza todo el mundo lo quiere mucho, «y yo también», contó.
¿Y la historia familiar de Antonio Pignatiello?
Su padre llegó a Caracas, Venezuela, en 1953. «Unos años después llegó uno de sus hermanos, y luego otro que regresó a Italia». Él (su papá) había estado enrolado en la marina en Italia, «allí les daban una capacitación en manejo de equipos electrónicos, entonces llegó a Venezuela con ese conocimiento», relató Antonio.
Al llegar a Caracas, inmediatamente se conectó con lo que era el boom de la industria radioeléctrica en Venezuela (televisión, radio, etc.). Es así como el padre de Pignatiello comenzó a dedicarse a reparar televisores en las casas.
«Después montó una tienda y fue su actividad económica por mucho tiempo». Aunque esta última tenía que ver con la zapatería. «En 1961 viajó a Italia, conoció a mi mamá, se casaron y en ese mismo año se vinieron juntos a Venezuela».
Antonio Pignatiello: «Yo siento a mi corazón con muchas raíces en mi pueblo»
«Para mí, Lacedonia es mi pueblo», expresó Antonio. También contó que ha ido varias veces a visitar a su familia. «La primera vez tenía 14 años, y cumplí los 15 allá. Para mí fue fascinante». Desde ese momento pudo fortalecer los vínculos con su familia italiana, «fue maravillosa esa experiencia».
En cuanto al idioma, «ya el italiano lo manejaba desde pequeño». En su casa, al final, se hablaba una mezcla entre español e italiano. Sin embargo, Pignatiello afirmó que su lengua materna es realmente el italiano y, específicamente, el dialecto de la zona.
¿Alguna anécdota sobre Lacedonia?
Pignatiello relató una historia cuyo inicio sucedió en 1957. «Un estudiante norteamericano de antropología, se ganó una beca para hacer una investigación en algún lugar de Italia». Durante ese año, Italia era un país arrasado por la guerra, se encontraba en la miseria.
«Él no iba a hacer turismo, él era un antropólogo que iba a estudiar cómo vivía la gente allí y cómo la estaba pasando», aclaró Antonio. «Conoció a unas personas que hacían trabajo social en Lacedonia y que eran amigas del profesor que era su tutor».
A partir de allí, «él va desde Roma hasta Lacedonia y pasa allá seis meses tomando fotografías». Aprovechó su beca tomando aquellas fotos y eso, en su momento, era algo inusual en la antropología, «no se consideraba un método científico».
Aquel fotógrafo insistió…
«Él sentó bases para tener eso como una técnica de documentación antropológica», y en ella registró 1808 imágenes, expresó Pignatiello. «Tomó fotos de un montón de aspectos de la vida cotidiana de la gente en 1957».
Antonio comentó que aquel fotógrafo de 18 años, cuyo nombre era Frank Cancian, se fue del pueblo luego de culminar aquel trabajo. Se perdió su contacto y, muchos años después, unas personas en Lacedonia descubrieron varias de sus fotos en internet.
Entonces empezaron a conversar con Frank, «descubren que era el muchacho que había ido a tomar las fotografías y que todavía las tenía todas». Cancian sí las pudo rescatar, subir a internet y llevarlas a Lacedonia, y ahora están en un museo que se llama MAVI (Museo Antropologico Visivo Irpino).
¡Una sorpresa!
Un día, Pignatiello fue a visitar aquel museo junto a su tía. Observaban una de las fotografías de Cancian que están allí expuestas, la cual muestra al pueblo y a unos hombres reunidos en una esquina. En ese momento, su tía exclama: «”Ay, mira, ese era tu abuelo, ¡ese era mi papá!”, y estaba ahí en la fotografía», contó Antonio entre risas. También encontraron otra foto donde se reconoció a ella misma de niña, «¡ella no sabía que le habían tomado una foto!».
La relación de Antonio Pignatiello con la cultura italiana
Antonio Pignatiello ha mantenido un lazo muy estrecho con lo que para él ha significado Italia y su cultura. «Para mí, la cultura italiana la siento integrada a mí. Así como la venezolana. No veo a ambas culturas separadas».
Desde el psicoanálisis, opinó que este «tiene que hacerse sensible a la subjetividad de su entorno». Sea en la cultura italiana, venezolana u otra, «se tiene que nutrir de esa cultura y así poder formar parte de ella».
En cuanto al budismo, «es un camino que procura aportar una respuesta a la pregunta humana acerca de quiénes somos y de si es posible liberarnos del sufrimiento». Es una cuestión universal, en ese sentido, «el budismo entra en toda cultura. (…) Se adapta», expresó Pignatiello.
Foto portada: Antonio Pignatiello
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